Frecuentemente se cree que la tarea principal del pie humano es proporcionar una base sólida en la posición de parado. Considerando el proceso de la evolución, se observa que el pie se desarrolló como un mecanismo dinámico y por esa razón no está adaptado para estar de pie, lo que causa cansancio y dolor. De la misma manera que preferimos estar sentados que parados, también preferimos estar en movimiento que permanecer de pie.
Como unidad funcional única, el pie funciona como una pluma elástica y esto es de suma importancia en las fases de apoyo y balanceo que constituyen el ciclo de la marcha. Anatómicamente está formado por tres partes (Ilustración 2). El retropié está compuesto por el astrágalo y el calcáneo. La parte media del pie está formada por el cuboides, escafoides, y tres huesos cuneiformes. El antepié se compone de los cinco huesos metatarsianos, catorce huesos de los dedos (falanges) y dos huesos sesamoideos. Es decir, la anatomía del pie es muy compleja, se compone de 26 huesos (junto a los 2 huesos sesamoideos suman 28 huesos), firmemente conectados entre sí por fuertes ligamentos y músculos cortos y largos de la parte inferior de la pierna. Esta composición permite el movimiento conjunto e interdependiente de todos los elementos anatómicos.
Durante el esfuerzo, el peso del cuerpo se traslada desde la parte inferior de la pierna al astrágalo, luego la mayor parte del esfuerzo pasa al talón y en menor medida al antepié, especialmente a la cabeza del primer metatarsiano. Tres son los puntos de apoyo inmediato: la tuberosidad calcánea (1), la cabeza del quinto hueso metatarsiano (2), cabeza del primer hueso metatarsiano (3). Esos tres puntos, unidos por huesos, ligamentos y músculos forman dos arcos longitudinales (interior y exterior) y dos arcos transversales (delantero y trasero) (Ilustración 3)
Los arcos longitudinales del pie comienzan en la tuberosidad calcánea y como una arcada se extienden hacia adelante. El arco interior del pie se extiende desde la tuberosidad calcánea, pasando por el astrágalo, el escafoides, el primer cuneiforme y a lo largo del cuerpo del primer hueso metatarsiano, culminando en la cabeza del mismo. El arco exterior longitudinal se extiende por el cuboides y el cuerpo del quinto metatarsiano y termina en la cabeza del mismo. El punto más alto del arco interior del pie es el hueso escafoides que se halla alrededor de 15mm del suelo, y del cuboides exterior que se halla a 5mm del suelo. El arco transversal anterior une las cabezas de los metatarsianos (I-V) teniendo su punto más alto en la cabeza del segundo metatarsiano. El arco transversal posterior se encuentra en la región de los tres cuneiformes y del hueso cuboides.
En el mantenimiento de los arcos, la estática y la dinámica del pie, interviene por lo tanto, un sistema de fuertes ligamentos, músculos intrínsecos del pie y todos los músculos de la parte inferior de la pierna, a excepción del músculo tricepsa surae. De los ligamentos que intervienen en la formación de los arcos, los más importantes para mencionar son lig.calcaneonaviculare- LC, lig.plantare longum- LP y aponeurosis plantaris- AP.
Los arcos del pie se empiezan a desarrollar cuando el niño se encuentra aún en el vientre materno, pero son claramente perceptibles recién después del segundo año de vida, cuando disminuye el tamaño de la capa de grasa que los niños tienen en las plantas del pie.
La postura erecta en el andar es propia del ser humano y en principio es común a toda la gente si bien existen pequeñas diferencias que nos permiten reconocer, incluso a la distancia, a amigos o conocidos.